Cannabis Magazine 200

También aprendieron que los pachucos consideran que California es un territorio de México temporalmente ocupado. No tienen una organización formal como la mafia, pero todos los miembros de la pandilla tienen una cruz tatuada entre el pulgar y el índice. A la cruz se le añade un rayo por cada año pasado en- tre rejas. La primera vez Marie: “¡Mira!” Miré. Se había levantado su apretado suéter negro. Debajo, colgando entre sus pechos, había tres porros. “¿Quieres uno, guapo?”, me preguntó con sus ojos juve- niles coqueteándome. Encendió uno y se me acercó más. Puso el porro entre mis labios. “Adelante”, susurró insistentemente. “Dale una cala- S EGÚN O AKLAND T RIBUNE , EL LIBRO “ REVELA MÁS SOBRE LOS PACHUCOS DE LO QUE ES ACCESIBLE PARA LOS TRABAJADORES SOCIALES , LA POLICÍA , LOS SUPERVISORES DE LIBERTAD CONDICIONAL , LA GUARDIA DE LA PRISIÓN O INCLUSO LA CLÍNICA da. No te hará daño”. Sus ojos eran como unos pozos profundos y calientes, ar- diendo en los míos. Inhalé la marihuana profundamente, me la llevé hasta el estó- mago. De repente, quitó el porro demis labios y puso sus propios labios calientes allí. Su cuerpo suave y joven se enderezó contramí por completo. ¡Ya no necesitábamos lama- rihuana! Gracias a libros como I’ll Get Mine (1951) de Thurston Scott, Marijuana Girl (1950) de N. R. de Mexico (pseudónimo de Robert Campbell Bragg) y It Ain’t Hay (1949) de Da- vid Dodge, los lectores en los Estados Unidos pudieron aprender sobre la cultura marihua- nera sin el dedo moralista tan habitual en los años cuarenta del siglo XX. Casi toda la lectura con el cannabis como tema principal adoptó la propaganda racista “ PSIQUIÁTRICA DE S AN Q UENTÍN ”

George y Anaïs

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